@Centromemoriah @MemoriaChilena Elizabeth Jelin: “pensemos y no miremos desde la victimización sino desde la ciudadanía” en entrevista
Se reproduce aquí una entrevista realizada por Máximo Badaró a Elizabeth Jelin publicada en el Nro 7 de la Stockholm Review of Latin American Studies. Repensando la relación entre memoria y democracia: A manera de comentario a la entrevista, el análisis que hace la investigadora sobre la asimilación y construcción de la Memoria Colectiva, así mismo de la función de la academia en el campo de los estudios de DDHH sirve como un resaltador de algunos temas que son de vital importancia en el proceso actual de formulación de Políticas sobre la Memoria, como componente de la Justicia Transicional en Colombia en particular y el América Latina, en general. En colores, se resaltan los apartes más significativos desde nuestro punto de vista, que pueden ser tenidos en cuenta en la discusión pública acerca de los Derechos Humanos como ejercicio de la ciudadanía en general, la pregunta sobre el estatuto de la “víctima”, la tensión entre académico o militante/activista del investigador sobre la memoria y los DDHH, la reflexión desde ahora sobre la dimensión institucional en la mirada de los estudios sociales de las Políticas Estatales, entre otros temas como el balance histórico que ella hace desde la década de los 70 hasta el presente no sólo en Argentina sino en toda Latinoamérica, destacando algunas de las características que considera propias de los activistas e investigadores de la Memoria en América Latina. Sin más presentación, dejamos aquí la entrevista. El restaltado es nuestro. |
Elizabeth Jelin es doctora en sociología (University of Texas-Austin) e investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET- Argentina) en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) en Buenos Aires. A lo largo de su intensa y prolífica trayectoria académica e intelectual Jelin ha realizado estudios sobre movimientos sociales, ciudadanía, género, memorias y derechos humanos en América Latina, que hoy en día constituyen referencias insoslayables para quienes investigan estas temáticas. Asimismo, su actividad académica ha sido central para el surgimiento y la consolidación del campo de estudios sobre memorias y violencia política en América Latina. En los últimos quince años la doctora Jelin ha escrito y compilado libros centrales sobre estas temáticas y ha coordinado espacios de investigación, formación y discusión académica sobre temas de memoria, como el Núcleo de Estudios sobre Memorias que funciona hace diez años en el IDES. Entre sus numerosos trabajos sobre temas de memoria se destacan el libro Los trabajos de la memoria (2002) y la colección Memorias de la represión que ella dirigió, donde se publicaron once libros con artículos de autores de diferentes países que abordan diversas temáticas relacionadas con las memorias de la represión y la violencia política en el Cono Sur de América Latina. En esta entrevista Elizabeth Jelin plantea la necesidad de repensar los supuestos políticos y teóricos que contribuyeron al surgimiento y el desarrollo de este campo de estudios.
¿Cómo percibís hoy en día la relación entre las preguntas que te hacías cuando comenzaste a estudiar los temas de memoria y tus preguntas actuales? Empecé a estudiar temas de memoria cuando estudiaba el movimiento de derechos humanos y su actuación en la transición política argentina. Ahí me choqué con la memoria, porque los y las activistas del movimiento empezaron a hablar de memoria. El “Nunca Más” y el “Recordar para no repetir” fueron consignas de memoria, y ahí surgió la necesidad de incorporar el tema en la agenda de investigación. Unos años después, al mirar la situación en otros países del Cono Sur, decidimos, desde el Comité Latinoamericano del Social Science Research Council, realizar una intervención en el campo intelectual de la región, haciendo preguntas sobre la persistencia de la presencia del pasado represivo, ligadas a temas de transición democrática y de procesos de democratización. Entonces, la relación entre memoria y democracia, que se suponía natural, ahora está en crisis. No soy la única que se hace estas preguntas. Son preguntas que señalan una vacancia, pero no en términos de investigación, porque en realidad tenemos mucha investigación sobre el período de los años setenta en el Cono Sur de América Latina. Lo que está vacante es la exploración de la pregunta sobre los aspectos específicos de la democracia que la activación de las memorias del pasado dictatorial contribuye a construir. Me parece que hay que desarticular y descomponer la relación entre memoria y democracia, y explorar en qué aspectos concretos de la democracia opera la activación de memorias del pasado dictatorial. Esta es para mí una de las grandes inquietudes del momento. De hecho, si una mira a España, vemos que la transición post franquista se hizo sobre la base del silencio en términos políticos e institucionales, pero no en términos culturales. Se dio como una especie de división del trabajo. En España las películas hablaban de la Guerra Civil, pero desde el Estado no se llevó adelante ninguna política de justicia, no se hicieron juicios, no se hizo nada. Inclusive la política de remoción de los símbolos del franquismo es bastante reciente, o la ley de memoria histórica, que tiene sólo dos años. Es más, lo que va a pasar con el Valle de los Caídos se está debatiendo en este preciso momento en la Comisión de Memoria Histórica. Todavía están discutiendo todo esto, y Franco murió hace más de 35 años. Y nadie duda de que la democracia española esté consolidada. Exacto. El caso español es un caso testigo que pone una luz de alerta sobre algo que dábamos por supuesto. Me refiero a lo vinculado a la relación entre memoria y consolidación institucional, más allá del sistema electoral. Para el caso español hay un libro que tiene varios años, de Paloma Aguilar, donde ella intenta mostrar que en la transición española no hubo olvido, sino que hubo mucha memoria del pasado. ¿Por qué? Porque en España se optó por una manera de pensar la transición que no repitiera el pasado de la República. Una podría decir que en Chile también se encuentra algo similar, porque han tenido períodos republicanos muy conflictivos antes del golpe, muy diferentes del caso argentino. Entonces, la construcción del nuevo orden intenta generar un espacio político y social que no fomente el tipo de conflictos que hubo en el pasado. Es decir, en España o en Chile el diseño institucional en el momento de la transición estuvo armado sobre la base de una memoria para no repetir, no En la Argentina, en el momento de la transición se decía que si había impunidad hacia el pasado llevaríamos la impunidad hacia el futuro. Después En la Argentina los juicios de los 80 tuvieron un papel fundamental en la cultura política, la conciencia ciudadana y el sistema de significados de la Pero esta excesiva judicialización de lo político no es producto directo de los juicios de los años 80. No es directo. Lo que yo digo es que esa primera instancia de juicios a los ex comandantes tuvo un efecto cultural significativo. Pensemos, por ejemplo, en la cantidad de juicios de jubilados que se han acumulado a lo largo de los años. Son cientos de miles, son juicios de jubilados que sentían que sus derechos habían sido violados y que por lo tanto podían apelar al sistema judicial. O sea, la idea de que si se violan derechos, uno tiene una instancia específica a la cual recurrir, es un producto cultural en cuya construcción los juicios por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura han jugado un papel central. Después, claro, hay que ver cómo funciona esa instancia; uno puede confiar o no en la justicia, pero me refiero a la expansión de la idea de que la ciudadanía tiene espacios en el Estado donde puede reclamar sus derechos, y que el Poder Judicial es uno de esos espacios. Ahí sí una puede decir que hay un aporte de los juicios de los años ochenta a la democracia, más allá del hecho ¿Qué indicios te llevan a este diagnóstico que plantea una suerte de desacople entre memoria y democratización? Ahí hay varias cuestiones, y una puede pensar en otro desacople o posible desacople, que tiene que ver con la relación entre memoria y derechos humanos. Está la cuestión de memoria, porque una de las esferas de reclamos sociales es la del reconocimiento simbólico por parte del Estado, que van desde la recuperación y el señalamiento de los centros clandestinos de detención, de si el 24 de Marzo va a ser feriado o no, y qué tipo de conmemoraciones se van a hacer, si hay que hacer un Museo o si hay que hacer archivo. A todo este campo podemos llamarlo, en términos globales, “políticas de la memoria”. Y están las políticas judiciales, las económicas y las políticas sociales vinculadas con las víctimas. En Chile, por ejemplo, hubo una amplia gama de políticas sociales en temas de salud, educación, ayuda en el retorno del exilio; desde muy temprano hubo políticas de ese estilo para las víctimas, algo que en Argentina no hubo. Aquí hubo reparaciones económicas, según las categorías, pero años más tarde. La cuestión con la noción de derechos humanos aparece aquí. Porque en Argentina, parecería que todo esto ES la política de derechos humanos. Una vez, un joven abogado de derechos humanos uruguayo, hijo de un desaparecido, me dijo lo siguiente: “cuando yo voy a la organización de familiares de víctimas de la dictadura, ahí yo soy un hijo de desaparecidos que quiere saber qué pasó con su padre. Cuando trabajo en el Ministerio del Interior de Uruguay como abogado de derechos humanos soy abogado de derechos humanos”. Son dos ámbitos diferentes, y acoplarlas y pensar que el campo de los derechos humanos se concentra en cuestiones ligadas a la dictadura es un peligro, porque los ¿Cuánto contribuyó el campo académico a esta superposición entre memoria y derechos humanos, y entre memoria y democracia? El campo académico es un microcosmos del campo político. Si comparamos la Argentina y algunos países de nuestra región con países como Canadá, Estados Unidos o algunos países europeos, vemos que en esos países el mundo académico está más encerrado en sus instituciones. No es que no haya intervención política, pero hay un relativo aislamiento o una cierta distancia, que algunos llaman autonomía. La reflexividad de los actores que están más vinculados al campo del activismo, ¿tiene canales para retroalimentar el mismo campo o queda en un plano más secundario? Vengo de una conferencia en Barcelona donde escuché a un grupo de académicos catalanes que fue muy activo en la formulación del proyecto del memorial democrático, y después se volvió muy crítico de la actuación del gobierno, y ahora con el gobierno nuevo en Cataluña, todo ese memorial democrático tiene un gran signo de pregunta. Este mundo académico catalán hace un análisis crítico de la gestión del memorial democrático, y tiene que encontrar los canales para poder decirlo. Es una voz pública de intelectuales comprometidos; por ahí eso significa menos subsidios o cierta marginalidad ante el discurso hegemónico, pero tienen que decirlo. Yo creo que aquí en Argentina pasa exactamente lo mismo: hay ciertas voces a las que quienes tienen el poder de la política de memoria no quieren escuchar demasiado, y me incluyo entre ellas. ¿Pero por qué pensás que ahora es posible cuestionarse supuestos que eran fundacionales del campo político y de estudios sobre memoria? En realidad, son preguntas que remiten a un debate que todavía no está dado. En la transición democrática una tomaba mucho más al pie de la letra algunas de las verdades, porque también el contexto exigía eso. Por ejemplo, si yo digo que en todo lo vinculado a los años ́70 el paradigma de los derechos humanos es el dominante, y que este paradigma apunta a identificar quienes tuvieron sus derechos violados. El paradigma de la victimización, que sigue siendo muy, muy dominante, también penetró en otros ámbitos de la sociedad; hoy a la mañana en la radio decían: “Macri está jugando a victimizarse”. Entonces, este ¿En qué medida esta constitución del campo de estudios de la memoria ha incorporado la comparación entre períodos pasados y lugares geográficos diferentes? Una podría analizar los festejos del bicentenario con la misma metodología con que estamos analizando memorias de la dictadura, es decir, mirando qué luchas hay, y por qué las hay. Hay debates sobre qué es lo que se festeja en el bicentenario. ¿Cuál sería entonces el rol que cumplen las políticas de reconocimiento simbólico? Todos los procesos de conmemoración, de marcas territoriales y recuperaciones, de consagración de fechas, de cambio de nombre a las calles o de iniciativas como la que promovió la presidenta de la Argentina para que cada escuela tenga Hace ya diez años que publicaste tu libro Los trabajos de la memoria, cuya versión en inglés salió en 2003 y está por reeditarse en Perú. ¿Cómo percibís la relación entre las ideas que presentabas en ese libro y las que circulan en el campo de estudios sobre memoria en la actualidad? Hay algunos ejes fuertes del libro que algunos autores también trabajan, como la idea de que hay que mirar la historia de las memorias y no las memorias en sí mismas. Además, la idea de que no hay una memoria, sino memorias en lucha, y allí es donde hay que mirar, en esa lucha. Por eso yo no me identifico con la propuesta de Pierre Nora, que tiene un lugar de peso en este campo de estudios. El problema es que su propuesta ignora la dimensión conflictiva de los procesos de memoria y piensa en los lugares de la memoria de la nación como si la memoria fuera una cosa homogénea y estática. Mi objetivo siempre ha sido |

Author: luismsanchez
Bogotá, Colombia.
Sentipensante, defensor de Derechos Humanos, voluntario en acciones humanitarias y promotor de alternativas al desarrollo y la cultura libre y autodidacta de las ciencias de la información.
Sociólogo, co-fundador de ReDHumus.org, especialista en acción sin daño y construcción de paz.
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