
TRANSHUMANCIA I

Vengo como emisario de un reino confederado que, en su modestia toda, su grandeza también se concentra en su gente.
No guarda rencores con los señoríos de Méjico, Sacsayhuamán del Cuzco o Utlatán de los Quichés.
Traigo conmigo la penela y el maíz de destos tiempos, que a pesar de no guardar total semejanza con los de antaño, su mensaje habla claro desde la genética del espíritu.
Hablo, como cada grano, sólo por mí; pero alto!!!, no se desprecie mi canto como el de los herederos de chorros de horizontes, quienes pagaron con creces la falta de memoria de su progenitor.
El mio, mi canto, se encarnó en la tierra y guarda la fuerza de su soberanía, del arraigo con la morada de donde proviene y la lengua que le dio la vida, que de revolcarse entre sus cadenas ha dejado de ser de bozales.
Creo en la misión impuesta por el albedrío en el destino. En busca de ser consciente del tamaño de mi humanidad, reúno los elementales que tenga la potestad para hacer el pagamento.
Intuyo la búsqueda de la repetición con apariencia de la diferencia,
pues los fragmentos de la Historia en la cuenta larga ya se hallan aquí,
y solamente parto en busca de las otras pistas, parto en busca del Nahuatl, la conexión de América, que ya no recuerdo, que como mi hado no reconozco en mis pasos, y por eso, creo, voy a tientas por la tierra y solo en los sueños me contemplo.
Algún barbecho fue la cura para las picaduras de los gegenes. Ahora busco la prontitud de más preguntas.
Mayo de 2012
